Wednesday, April 8, 2020

Reseña de 'Taller de Narrativa' por Raymond Carver


            Lo que más aproveché de Taller de Narrativa fue aprender sobre la mentalidad de Raymond Carver como escritor, en vez de apenas absorber una lista de bullet points específicos acerca de los Dos and Don'ts de escribir. Esto no quiere decir que no haya consejos valiosos salpicados por todas partes del ensayo. Por ejemplo, Carver describe cómo, "si las palabras del cuento [son] borrosas a causa de la insensibilidad, el descuido, o el sentimentalismo del autor, el texto [sufre] una desventaja tremenda." También dice que, "a cualquier costo," se deben evitar las palabras y los sentimientos deshonestos y jamás escribir sobre algo que no le interese al autor. Bueno, también hubo ciertas cosas con las que no necesariamente estaría de acuerdo ("Cualquier estrategia encaminada a ocultar del lector información importante y necesaria, para abrumarlo con la sorpresa al final del cuento, [significa] engañar"), pero parte de mí intuye que no reconozco la sabiduría tras estas ideas porque todavía no las he digerido bien.
Pero bueno, acerca de la mentalidad de Carver: para comenzar, me asombraron los sacrificios que hizo al dedicarse a escribir: aunque estuviera "en la quiebra absoluta," decidió mudarse a California con su esposa y sus dos hijos para estudiar escritura.[1] Sé que eso del starving artista es un cliché, pero no existiría ese estereotipo si no fuera basado en la realidad hasta cierto punto. La decisión de Carver me hace pensar en esta cita del comediante Bill Burr:
Realize that sleeping on a futon when you're 30 is not the worst thing. You know what's worse, sleeping in a king bed next to a wife you're not really in love with but for some reason you married, and you got a couple kids, and you got a job you hate. You'll be laying there fantasizing about sleeping on a futon. There's no risk when you go after a dream. There's a tremendous amount of risk to playing it safe.
Yo de mi parte no estaría dispuesto a escribir cuentos y novelas profesionalmente, pero como estudiante graduado sé de qué se trata dar prioridad al interés personal sobre el ingreso. Y el hecho que Carver haya desarrollado su técnica en un lugar relativamente desconocido como Chico State College (y no en una institución mundialmente famosa subraya) el hecho que la pasión puede florecer en cualquier lugar.
Las raíces humildes de Carver se reflejan también en su relato de la primera vez que conoció a John Gardner: "jamás antes había puesto los ojos en un escritor, y me hallaba en el asombro." Me da algo de pena admitirlo, pero refleja al cien por cien mis sentimientos al conocer a Raúl Dorantes cuando vino a visitar nuestro taller de escritura, que fue la primera vez que de verás interactué con una de esas creaturas extrañas llamadas de escritor. (¿Qué oficio es ser escritor? ¿Dónde ponen en los anuncios de trabajo: 'se busca escritor, buena remuneración'?[2]) Carver nos menciona también que Gardner le "introdujo a las publicaciones literarias trayendo un día a clase en una caja esas revistas y distribuyéndolas, de modo que nos familiarizáramos con sus nombres, viéramos qué aspecto tenían y captáramos la sensación de tenerlas en la mano." (Por coincidencia, en mi laboratorio hacemos lo mismo cuando mostramos a los asistentes de investigación los pre-prints de nuestros artículos de investigación.) Después, Carver alude a las carpetas negras que les dio Gardner para organizar sus textos: "llevábamos nuestros cuentos en esas carpetas y sentíamos que éramos especiales, exclusivos, que nos singularizábamos de los otros." Tal vez este encanto del novato al conocer a un escritor; al tocar una revista impresa; o al llevar consigo un portfolio artístico parezca un indicio del rookie que por primera vez mete su dedo del pie en la piscina literaria, pero yo por mí que tal ingenuidad es algo que hasta se debería celebrar, por lo menos como un remedio contra gatekeeping elitista en el mundo de la escritura.
            Parte del down-to-earthness de las experiencias de Carver se refleja también en el modo informal en que John Gardner "hablaba de James Joyce, Flaubert, e Isak Dinesen como si vivieran carretera abajo, en Yuba City." Yo por mí que este tono casual entre generaciones es algo valioso: sólo así se puede leer a un autor ya-fallecido como el ser humano que era y no como un artefacto del siglo (ante-)pasado. Esta humanización de los escritores progenitores me recuerda a la sensación de ver, en unas partituras de guitarra clásica del siglo 19, anotaciones que sugerían cuál dedo usar para aplanar qué cuerda, que muestran que los compositores célebres como Napoleon Coste o Mauro Giuliani también eran seres humanos con dedos meñiques. Quiero decir que ser down-to-earth en el arte implica no sólo ser humilde como principiante sino también no colocar a los artistas famosos en el proverbial pedestal. Esto también significa reconocer que ningún escritor es perfecto, y que hasta los más famosos se deberían tomar a dosis pequeñas: como Gardner le aconsejó a Carter, "lee todo lo de Faulkner que te caiga en las manos, y entonces lee todo Hemingway para limpiarte del sistema a Faulkner." Evidentemente, del mismo modo que se pueden valorar diferentes sentidos de humor o diferentes personalidades o diferentes sabores de helado, sería ridículo pensar ni por un segundo que un/a solo autor/a sepa todas las respuestas correctas, ya que en este juego no existen las respuestas correctas.
Me interesó mucho también el valor que puso Carver en la educación: "nadie de mi familia había asistido a la universidad o, si de esto hablamos, nadie había superado el octavo grado obligatorio en la preparatoria. Nada sabía, pero sabía que nada sabía." Este 'saber que no sabe' me hace pensar en una descripción que leí una vez sobre la supuesta diferencia entre wanting y aspiring: wanting significa saber lo que uno quiere y saber por qué lo quiere, mientras aspiring se refiere al deseo de (comenzar a) hacer algo antes de ni saber por qué lo quiere hacer, confiando que las razones emergerán naturalmente a lo largo del camino. Para mí ha sido lo mismo con este curso de escritura, que elegí tomar sabiendo que (todavía) no sabía por qué es bonito escribir. En las palabras de Donald Rumsfeld, aquí se trata, tanto para mí como para Carver en los años 50, de known unknowns.
            Lo irónico del valor que le pone Carver a la educación es que esto parecería a primera vista contradecir de alguna manera su famoso estilo minimalista y accesible: si Carver jamás usa "SAT words" en sus textos, pues ¿pa' qué necesita estudiar pa' ser escritor? Pero sería una minusvaloración pensar que la educación consiste sólo en memorizar palabras formales y reglas de gramática oscuras—los tips de escritura que comparte Carver de las clases de John Gardner ("no ocultar nada al lector," "hacer diagramas del nivel de emoción en un cuento," etc.) son consejos sumamente prácticos y nada presumidos. Me indican que, del mismo modo que un mecánico tiene que saber cómo funciona un motor o del mismo modo que un cirujano tiene que saber cómo funciona el corazón del ser humano, pues el escritor tiene que saber cómo funciona el cuento. Esto ha sido para mí lo más provechoso de nuestro taller: más allá de describir los efectos creados por los diferentes cuentos, entender bien cómo se crean. ¿Cuáles son los mecanismos involucrados, when the rubber hits the road?
Me parece fácil identificarme con el joven Carver cuando oyó su maestro John Gardner decir: "Estoy aquí para decirles a quién leer, así como el modo de escribir." Antes de tomar este taller, yo tal vez habría wrinkled my nose a la idea que un instructor—por definición alguien en una posición superior en la pirámide académica—le diga a los principiantes a quién vale la pena leer y a quién no. Pero, como dicen, antes de romper las reglas por lo menos tienes que saber cuáles son. Por ejemplo, un 'yo' más impetuoso habría pensado que romper la cuarta pared en un texto a cada rato sería una técnica sumamente original, audacia, e innovadora –ni sabiendo que Italo Calvino y muchos otros lo habían estado haciendo desde hace décadas..! Entender mejor la topografía del mundo literario y mi lugar en él me ayudarían a evitar tal arrogancia y autoindulgencia de debutante. O sea, si me voy a colocar sobre los hombros de gigantes (como nos dijo Isaac Newton), pues primero hay que encontrar a estos gigantes. Todo esto me hace recordar las palabras del pintor Kerry James Marshall al describir por qué le era tan importante aprender y hasta dominar las técnicas del arte clásico europeo, incluso cuando tenía como meta desarrollar su propio estilo como artista afro-americano: if you want to get into their game, you have to play it at the level that the people who are playing it at the highest level are playing it at.
            Lo bonito de Carver es que consigue honrar a los "Old Masters" sin comprometer su actitud práctica y realista ante el acto de escribir:
Quería escribir, y quería escribir lo que fuera: narrativa, desde luego, pero también poesía, obras de teatro, guiones, artículos para el Sports Afield, True, Argosy y Rogue…, colaboraciones para el periódico local: cualquier cosa que significara unir palabras para crear algo coherente y de interés para otras personas y no solo para mí."
Eso de "unir palabras" me suena como un autor que lleva ambos pies bien anclados en el planeta tierra. A su vez, eso de "de interés para otras personas y no solo para mí" me suena como un autor que tiene bastante empatía para su lector y que no se atasca en ningún pozo solipsístico escribiendo sólo para sí mismo. Esta empatía para el lector también significa invertir el tiempo adecuado en revisar y pulir sus borradores y no pedir la atención de ningún otro hasta que se haya hecho bien el trabajo de alistar el texto tanto como posible de antemano. En su taller, Gardner puso a Carver y a sus otros estudiantes a revisar hasta diez(!) veces la misma pieza: "creía en revisar, en una revisión interminable." En términos de consejos prácticos, ésta fue para mí la moraleja #1 de Taller de Narrative: revisar y revisar y "nunca… perder la paciencia en las relecturas de un cuento, aunque lo hubiera visto ya en cinco de sus encarnaciones previas." Este hambre para mejorar su obra me recuerda de lo que me contó una vez Wikipedia: shoshin ( ) es un concepto del budismo zen y las artes marciales japonesas que significa "mente de principiante". Se refiere a tener una actitud de apertura, entusiasmo y falta de ideas preconcebidas cuando se estudia un tema, tanto a un nivel avanzado, como de principiante.
            Carver dedica mucho tiempo a describir el estilo de Gardner no sólo como escritor sino también como editor. Aproveché mucho de esto, ya que hoy día yo edito bastante no sólo como parte de este taller sino también en el ambiente de la escritura científica en mi laboratorio. Primero está el consejo de ser un editor positivo (Gardner "siempre buscaba algo que pudiera alabar"). Segundo, el consejo de ser un editor humilde: algunos de los consejos de Gardner para Carver eran abiertamente discutibles, o sea que Gardner admitía que el editor no siempre tenía toda la razón. Tercero, y más importante que nada, tenemos el consejo de ser un editor serio: dice Carver, "sospecho que [Gardner] a todos daba mucha atención. Pero fue y sigue siendo mi impresión que, durante ese periodo, tomo mis cuentos con mayor seriedad." Poco después, relata que "discutíamos las comas de mi texto como si nada más en el mundo importara en ese momento." Recuerdo aquí una anécdota de un profesor mío que una vez se topó con Bill Clinton en las calles de Nueva York. El profesor, star-struck y no sabiendo qué decir o cómo reaccionar pero con el afán de interactuar con Clinton de algún modo, lo alabó por un discurso bien dado la semana previa. Clinton entonces le miró directamente a los ojos, le estrechó la mano, y le agradeció como si hubiera estado esperando desde hace días la opinión de mi profesor (quien, claro, habría sido apenas uno entre docenas de desconocidos que le habrían dado a Clinton tal alabo esa semana). Bueno, Gardner tenía el lujo de tener apenas "siete u ocho" estudiantes en su taller en vez de veinte o treinta. Pero la próxima vez que me ponga a editar el texto de otra persona, haría bien en conscientemente intentar dar al interlocutor mi atención y empatía total—to give them my all.
            Por tanto que me gustó Taller de Narrativa, también hubo ciertas cosas que mostraron para mí varias diferencias generacionales insuperables entre Carver y yo: su peregrinaje a California "en busca de una vida diferente y de [su] cuota de riqueza nacional"—file under "Go West, young man"—evoca una época de mucho más esperanza y mucho menos cinismo, cuando el país disfrutaba de una ola de expansión económica después de los horrores de la 2ª guerra mundial. Compárese con la era de Trump, cuando nos toca pobreza moral entre tanta abundancia material, sin ni hablar de la aislación social de los smartphones y del social distancing del coronavirus. Además, dadas las diferencias de tecnología entre 1958 y 2020, para Carver más que para mí cualquier éxito profesional ha de haberse sentido más tangiblemente como el fruto directo de trabajo físico, ya que no existían en ese entonces ni el Internet ni los ebooks ni los word processors: Carver corría a la biblioteca después de sus talleres de escritura para buscar los libros de los autores mencionados en clase, y operaba una máquina de escribir que consumía papel y tinta verdadera mientras andaba sentado en una oficina prestada, rodeado de cajas y cajas de manuscritos que representaban la manifestación física de horas y horas de teclear y teclear y teclear. Es un contraste enorme con mis experiencias como miembro de la generación millenial en el 2020: abro mi browser y me ahogo de más información que podría consumir en 10,000 vidas. Las palabras se producen casi automáticamente gracias a recursos digitales como diccionarios y tesauros en línea, el spellcheck de Microsoft Word, el auto-predict de Google, etc. etc. Mi corta capacidad de atención hasta se podría considerar un don, ya que significa más destreza al machetearme un camino en la jungla cibernética que navego cada día. Dadas estas oportunidades del siglo 21, ¿quién querría encadenarse a un teclado para escribir y re-escribir diez veces el mismo cuento como hacían Carver y Gardner?
            Pero de eso se tratan "los valores y el oficio de un escritor" a los cuales alude Carver al final de Taller de Escritura. Dijo el actor Robert DeNiro en una entrevista reciente, "a professional is somebody who does things when they don't want to… if something came along, you might not want to do something, but that's the time, if you have a commitment or a job, you have to do it." Tener la disciplina de revisar y revisar y revisar hasta que te dé asco es lo que requiere ser escritor en vez de apenas jugar a ser escritor. Yo por mí que tal disciplina profesional invoca el primer elemento de la trinidad ética-estética-mística que nos describe Raúl Dorantes: si tú decides arrancarte de tu ciudad natal y llevar a tu esposa y a tus dos hijos a Chico, California para aprender a ser escritor cuando andas en la quiebra total, o si tú eliges ocupar una silla en un taller de escritura y pedirle al instructor su tiempo, atención, energía, y paciencia, pues por lo menos haz un esfuerzo honesto de escribir bien. Si otro ser humano está invirtiendo su tiempo en leer tu texto cuando podría estar haciendo 10,000 otras cosas, pues cierra el pinche Facebook e intenta mejorar lo que has escrito. Si quieres ser escritor, escribe. Como dice el refrán, "Tú lo quisiste, Fraile Mostén, tú te lo ten."


[1] He de reconocer aquí que esta decisión de Carver también se puede interpretar como un acto extremadamente egoísta: si su esposa y sus dos hijos apenas tenían bastante para comer, ¿no parecería irracional o hasta abusivo someterlos a tal pobreza para perseguir sus sueños? Me imagino aquí a la Mrs. Carver y los dos pequeños Carvercitos agachados en casa llorando de hambre mientras Raymundo se enjaula en la oficina de Gardner feliz como lombriz con su máquina de escribir y su güiski…

1 comment:

  1. Vuelvo a lo mismo de siempre: me gusta mucho tu manera única de "narrar". Creo que incluso lo habíamos comentado con anterioridad, que cada vez que leemos algo tuyo, es como si pudiésemos escucharte a ti leyéndolo.
    También me gustó el "estilo" por así llamarle, que llevaste en tu reseña: conectando las ideas presentadas en el texto con diversos ejemplos. Si bien yo en lo personal no tenía idea de quién estabas hablando, me parece excelente que hayas pensado en diferentes ejemplos para hacer estas conexiones.

    En general, me pareció muy buena tu reseña. Gracias a ella es que leeré "Taller de Narrativa".

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