Thursday, April 30, 2020

Artréveteterapia


Fue o Kierkegaard o Wittgenstein (o alguno de esos filósofos alemanes que te hacen sonar muy culto si les mencionas el nombre) quien dijo que el concepto de 'sexo' conecta una multitud de actividades que no son objetivamente semejantes entre sí en el universo objetivo (actividades como el coqueteo inocente de adolescentes, el acto de coito en sí, toda la semiología del matrimonio monógamo, la industria de pornografía, los tabús conservadores de la religión, etc.), uniendo con una sola etiqueta toda una colección casi-aleatoria de prácticas culturales colectivas como demasiadas personas bajo un sólo paraguas.

Pues para mí es un poco lo mismo con 'escribir.' O sea, un antropólogo nos dirá lo que es escribir como una práctica colectiva inventada por miembros en un dado contexto sociocultural. Luego los sicólogos nos dicen cómo funciona el procedimiento cognitivo de leer. Sale pues el Omar Khayyám con sus lamentos poéticos del Moving Finger que having writ writes on. Es decir que no creo que haya un solo modo de capturar o captar lo que es escribir. Tal vez esté yo aquí aventando espagueti hacia la pared para ver qué ideas pegan, pero para mí escribir ha sido un proceso a la vez atrevido y terapéutico. Ahí te va pues la atréveteterapia. 

Para mí, escribir es el acto sumamente egoísta de pedirle el tiempo y la energía de otra persona. En inglés hay esa metáfora de un comportamiento tan odioso 'that sucks all the energy out of a room.' Quisiera notar que el proceso de leer y pensar requiere actividad cognitiva, lo cual requiere un proceso metabólico para que las neuronas disparen en el cerebro, lo cual requiere oxígeno. Así que, cuando expongo al lector a mi escritura, ando literalmente sucking at least some oxygen out of the room. Oxígeno cuyo opportunity-cost es altísimo en la época del smartphone. Mejor que valga la pena lo que escribes.

¿Habrás oído alguna vez que según Noam Chomsky el lenguaje evolucionó para dejarnos pensar, en vez de para dejarnos comunicar? No sé si esté de acuerdo al cien por cien con esta posición, pero esta idea de Chomsky sí capta una realidad sobre la cognición. Según cuentan que los pacientes que padecen de demencia pueden mantener una vida más normal si dejan etiquetitas Post-It por su casa, recordándoles que el martes tienen cita con el dentista, o que la pasta de dientes está en el gabinete de la izquierda, o que tienen que tomar tres píldoras por día, etc. 

Cuenta un tal filósofo, pues, que estos Post-Its forman parte de la mente de la persona: el trabajo de archivar una memoria se exporta al mundo externo, de tal modo que for all intents and purposes el ambiente forma parte de la cognición del individuo en vez de ser algo ajeno a ella.

Ahora, cuando imaginamos palabras mentalmente, por un breve periodo de menos de dos segundos estas palabras se repiten en el tal loop fonológico de la memoria de trabajo. Pero cuando una frase o una palabra se escribe en el Microsoft Word, libera nuestra capacidad de prestar atención para poder entonces pensar en otras cosas. Es como pasar algo a la mano izquierda para liberar la mano derecha y así poder cumplir otra tarea simultáneamente.

Y luego ando yo en mi vida cotidiana, lidiando con problemas irrelevantes y obsesionándome demasiado con mis estúpido jueguitos de ajedrez de mi vida social y profesional, con la mente bien colonizada por YouTube y Facebook, y cada vez que me surge una idea nueva—pero de veras nueva, una idea que rete mi punto de vista por lo menos un poco y que me cause una incomodidad al revelar las contradicciones infantiles que forman la base de mi modo de pensar—pues tengo el hábito de dejar ese pensamiento doloroso pasar en vez de lidiar con él.
 
En vez de eso, traducir mis ideas a palabras escritas literalmente me deja ver mis pensamientos, me deja observar un pensamiento mientras tenga una mayor capacidad de evaluarlo apropiadamente. El hecho que la palabra esté en la pantalla me quita la chamba de mantener el pensamiento en mente a la vez que lo digiera.

Ando como una oruga gateando por la vida masticando pura chatarra de pensamiento. La escritura me cataliza el proceso de metabolizar la mierda existencial. Es como un remedio para piedras en el riñón: el pensamiento doloroso con que tendría que lidiar por meses se me pasa en una semana. Todavía duele, pero por lo menos un poco menos.

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