Ya que no hay switch; me conformo con la lámpara del cel para llenarme de valentía. La primera puerta. La punta de mis
dedos, notan el detalle de decoración en la manilla. Recuerdo aquellas de
vidrio de nuestras recamaras… antes de que su voz me diga que salga de ahí. Doy
un fuerte empujón para abrir esta segunda puerta, antes de sentir la manilla
rotar sin mi voluntad. El chirrido me saluda en lenguaje incomprensible.
Prefiero escuchar el canto en mis auriculares. Giro a la izquierda, aquí se
voltean las escaleras. Piso el primer escalón firme y me digo que mi ángel está
conmigo. Antes de parpadear de nuevo, paso del segundo al sexto escalón. ¡Me
persigue! Volteo la cabeza y la oscuridad hace que la puerta se vea más lejos a
cuando mire de abajo pa’ arriba. –A lo que viniste – Escojo una caja y dejo la
pila de libros que cargo.
Puedo
darme la vuelta y regresar, pero el olor a bosque y curiosidad me atrapan. Me
hago pequeña con cada paso. Siento un respiro sutil en mi cuello. Lo ignoro.
Llego
a las otras tres ventanas de enfrente. El mundo de afuera se ve diferente, no
formo parte de él. ¡Mira! Ahí voy yo. Saliendo de la casa caminando hacia mi
carro. Inocente. Observo con claridad mi pequeño marco, mi piel, mi pelo, mi
cara. Me doy cuenta que no me doy cuenta. Me voy. Mis brazos se llenan de
puntitos y los vellitos se levantan todos a la vez. Me doy vuelta para salir
del mundo antiguo y espacio descuidado.
Observo
el candelabro sentado a la derecha, no tiene velas, lo que queda es solo el
cobre decorado. A partir de su oxidación y suciedad, logro imaginar que en su
época fue algo asombroso. A cuatro pasos, en el medio de la planta, volteo a
ver la cama de alambre cual me molesta por no estar alineada contra la pared,
no me atrevo a moverla. Llevamos años viviendo en esta casa y nunca se nos ha
ocurrido desecharnos de estos artículos. No vaya a ser que el espíritu de la
señora que vivió y murió aquí se enoje con nosotros.
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