Eran las 9:00
de la noche, había salido de el centro comercial y terminado de hacer compras
para su tan esperada llegada. Aunque aún faltaban muchos meses, era mejor estar
preparada pues me habían advertido de mi problema de salud y sabría que llegaría
de sorpresa. Lo que no sabía era que llegaría ese día. Mis manos comenzaron a
sudar, un calambre horrible recorría toda mi pelvis hasta llegar a mi espalda.
El dolor se hacía más y más intenso al pasar de los minutos y me di cuenta de
que tenía que ir a un hospital. Rápidamente me trajeron una silla de ruedas y me
acomodaron en un cuarto de emergencia. Mientras me comenzaron a examinar note
la cara de angustia de la doctora y nuevamente esa sensación volvió a recorrer
mi cuerpo. Mis manos comenzaron a sudar y mis ojos comenzaron a aguarse. Esa sensación
hizo que se me olvidara el dolor, esa sensación que arrugaba mi corazón y me
desgarraba el alma.
-Señorita,
tengo que ponerle un suero de magnesio de emergencia y la otra enfermera vendrá
a inyectarle una dosis de esteroides. El saco amniótico esta muy bajo y su bebe
esta a punto de nacer.
- ¡No puede
ser!, Apenas tengo cinco meses, por favor ayúdeme.
- Señorita,
Haremos lo posible, el magnesio y los esteroides es para acelerar el desarrollo
del cerebro y pulmones el bebe.
Con los
ojos llenos de lágrimas, manos sudorosas, movía mi cabeza de un lado a otro diciéndome
a mi misma que esto era solo una prueba, o mejor dicho una pesadilla.
-Señorita,
tenemos que llevarla al cuarto de anestesia, el doctor cree que lo mejor es
hacerle una cesárea de emergencia.
Esta vez pensamientos
negativos invadían mi cuerpo, pensaba en lo peor y en lo que podía pasar si algo
salía mal. Lagrimas seguían recorriendo mi rostro, me sentía tiesa, adormecida sentía
que ningún sentimiento podía ser peor. Este sentimiento me estaba afectando física
y psicológicamente.
-Señorita,
Despierte ¿siente sus piernas? Todo salió bien, pero no puede ver a su hijo
hasta dentro de unas horas.
En ese
momento esa sensación horrible fue intercambiada por la sensación más hermosa de mi
vida y automáticamente una sonrisa se dibujó en mi rostro. Sabía que tenía que esperar,
pero al menos él estaba allí esperándome y seguía vivo…
Horas más
tardes allí estaba mi pequeño Arkyel pesando solo 1 libra era tan pequeño que cabía
en la palma de mi mano. Su piel era casi transparente que no parecía real, pero
desde el primer momento en que lo vi sabia que los dos lucharíamos y saldríamos
de esta.
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