Lo que veo por mi ventana
La ventana está en la segunda planta de la casa, el espacio aquel de
atrás del departamento donde mi compañero de cuarto John fuma sus cigarros. Ha
instalado ahí en el panel de abajo un tipo de ventilador para que pueda
andar ahí fume y fume como chimenea sin que se llene de humo. Quiere decir que
ver por la ventana siempre quiere decir ser expuesto a ese “ruido blanco” continuo
del abanico, un tal hum como de andar en avión. La ventana en sí también
tiene instalada una red de mosquito (lo cual parece un tipo de broma cruel
cuando toca uno de estos inviernos infernales de Chicago, que no permite a
ningún bicho desplazarse por el aire tan felizmente que digamos). Quiere decir
que cualquier cosa que se ve por la ventana se ver por una membrana sutil de cuadritos
que le dan a todo un aire gris. Por la ventana en sí se ve: la bicicleta del
otro compañero de cuarto (jamás usada en invierno); tinita para pájaros
volteada y cubierta de nieve; una pequeña estatuita de piedra al estilo Angkor
Wat, de un perro feroz que ahora acostado benignamente en el zacate; la casita
del gato puesta generosamente por las chavas del primer piso; aquella mesa de
picnic outdoors marca Home Depot demasiado grande para el espacio donde
está; luego el cielo gris-amarillento este de Chicago, y -- árbol. Ramas.
Palitos afilados que amenazan clavarse en mis ojos, al dejar detrás la
superficie plana del backyard visto desde arriba y arrimarse a mi
mirada. Me hace pensar en el maestro de biología y de Drivers Ed de la secundaria,
que nos contó una vez que andaba en motocicleta sin casco y que, al arrimarse
lentamente a una luz roja en un semáforo, casi fue cegado por un palote de
fierro que había sido colocado en la pick-up de en frente. Por no tener
banderita ni pañuelo ni nada así para marcarlo, ese palo de hierro llegó a
meras pulgadas de los ojos de este maestro mío. De manera semejante, ahora, los
palitos de la rama de este árbol por la ventana me perturban. Me pegan duro,
sin piedad e inesperadamente como una buena paliza en la cara. (El shock de ver
y el asusto en las neuronas que anuncian cada movimiento del ojo..! El ver
este, el efecto aquel 3d de la rama, es lo que verdaderamente ataca la mente.) Yo
por mí que lo que nos deja percibir es el acto de ver en sí. Ahí va un
proverbio que alguien me contó una vez: “Lo dulce de la miel no viene de la
palabra "miel" sino de comerse la miel. (( Pero
mira mano o sea se nos pide un párrafo de lo que VEMOS por una ventana que
elijamos -- no de lo que HAY al lado de una ventana. No por necio o cabrón pero
el ver en sí es el evento. Los detalles del Angkor Wat o de no sé qué apenas
son puro gravy.))
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_Vq9URjFyVIU-5wKGwtfnqiLHINxwGhucp71pVsjuiKH3Qoys9qtRfTFY_733aFdyO_eO74cazdzQKOxrCtuimOTh5yn68OTfs7_BuU83CnmlnrFptuUPf7TuLfW34vkrNM7rSr1PU4Y/s320/threeDdrawing.png)
( imagen de http://nautil.us/issue/46/balance/what-this-drawing-taught-me-about-four_dimensional-spacetime )
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