Esta vez
decidí observar por la ventana de la sala, la misma ventana que le da la mayor
entrada de luz a mi hogar durante el día. Acomodada en el sillón y con los pies
sobre una mesita de madera comienzo a observar lo que parece ser un día frio y
nublado. Me llama la atención que como diría mi abuelita “No hay ni un alma en
la calle.” Al parecer el frio es mas fuerte que las ganas de salir de la gente,
pero no mas fuerte que el viento que azota las ramas de los arboles que
perdieron sus hojas durante este triste y desolado invierno. El único adorno
que tienen las calles pareciera ser los carros de distintos colores
estacionados en la orilla, se podría decir que le dan vida. Al parecer mi hijo
tiene una perspectiva diferente a la mía, y de la cual yo debería tomar de
ejemplo. Mientras yo observo una calle desolada y un paisaje gris, él se
concentra en las cosas más pequeñas y hermosas como aquel pequeño conejito
buscando comida en el césped.
En este
segundo día veo mas movimiento, no me he acomodado bien en el sillón y hay
tantas cosas pasando a mi alrededor que no se en cual concentrarme. Los carros
vienen y van, hay niños corriendo bicicleta y una anciana cargando unas bolsas
del supermercado. Decido concentrarme en ella pues se ve tan débil y aun así
trata de hacer un esfuerzo y cargar lo que parecen ser 3 pesadas bolsas. Oh al
menos eso creo, No estoy segura. Puede ser lo tembloroso de sus manos lo que
hace ver las bolsas más pesadas de lo que son. Con pasos lentos pero seguros,
llega a su destino y la recibe un joven quien rápidamente la ayuda con las
bolsas y le da su mano. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en ella y
recordar a mi abuelita. Esa mujer que me que me crio y la cual aun con sus manos
cansadas y temblorosas jamás ha dejado de apoyarme.
Es mi tercer
y último día observando por la misma ventana, a la misma hora y sentada en mi sillón.
Contrario a los otros días, hoy puedo observar el azul del cielo, al parecer la
densa neblina se canso de cubrirlo. El cielo despejado le da un aire de alegría
y un toque veraniego a este invierno insoportable. Y es que yo que vengo de un
lugar donde todo el año el clima esta por encima de los 100 grados aun no logro
acostumbrarme. En verdad que no se si extraño el verano o es simplemente la alegría
y los recuerdos que este me transmite.
me gusta que incluyes en el primer parrafo el dicho que diria tu abuelita siento que lo hace mas personal
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